Esto es todo un arte. Decorar los huevos que servirán de
adorno durante la Semana Santa e incluso algunos días previos, es toda una
tradición. Es divertido y a la vez relajante, pero además sirve para pasar
tiempo con la familia o con los amigos, porque es con ellos, sobre todo con
ellas, con quien se suele llevar a cabo el ritual.
Lo primero es “soplar el huevo” es decir, hacerle un pequeño
agujerito por cada lado. Uno por arriba y otro por abajo. Y después con una
aguja tratar de romper la yema. A continuación se sopla (literalmente) por uno
de los agujeros y así se consigue que todo el líquido salga por el otro.
Despacio, sin prisa, con mimo… y se consigue. Luego hay que limpiarlo bien, con
agua… y dejarlo secar.
Una vez que tenemos el huevo listo, llega el momento de
decorarlo. Y es aquí donde se reúnen las mamás con los peques de la casa, ponen
sobre la mesa toda suerte de pinturas y colores y manos a la obra. La
imaginación no tiene límites. Luego, una vez secos, se pueden barnizar. O no. Y
se pueden atravesar con un cordón para colgarlos de adorno donde uno quiera. En
otros países se rellenan y después se rompen las cáscaras para comer el
chocolate de dentro, pero no en Austria. Aquí solamente sirven para decorar.
Aunque esta no es la única forma de decorar huevos. Ni mucho
menos. Se puede hacer con huevos de madera, de tela, de cera, de cartón… con lo
que uno quiera. De hecho, en los mercadillos de Pascua hay una cantidad de
posibilidades e ideas que uno no sabe ni por dónde empezar. Suelen ser
simplemente decorativos y sirven para regalar más que nada, pero es que son tan
bonitos y tan originales que sólo verlos ya hace que uno desee tenerlos todos. A mí es que me vuelven loca.
Los hay de todos los tipos, colores y tamaños. Y lo mismo pasa con los precios, puedes comprar uno de cáscara de huevo natural por menso de un euro o uno de madera nacarada por 18 euros. Eso cada uno con sus preferencias. Incluso en los mercados más elegantes del país se pueden ver algunos troquelados y horadados. Eso más parece un tapete de ganchillo que un huevo, pero el efecto es maravilloso, son tan delicados y tan bonitos… aunque da miedo tocarlos por lo frágiles que parecen. En fin, hay de todo, incluso los hay pintados por niños. Que al fin y al cabo son los más cotizados, los que te pitan tus niños, o los niños de los vecinos y te los regalan… esos no tienen precio.
Los hay de todos los tipos, colores y tamaños. Y lo mismo pasa con los precios, puedes comprar uno de cáscara de huevo natural por menso de un euro o uno de madera nacarada por 18 euros. Eso cada uno con sus preferencias. Incluso en los mercados más elegantes del país se pueden ver algunos troquelados y horadados. Eso más parece un tapete de ganchillo que un huevo, pero el efecto es maravilloso, son tan delicados y tan bonitos… aunque da miedo tocarlos por lo frágiles que parecen. En fin, hay de todo, incluso los hay pintados por niños. Que al fin y al cabo son los más cotizados, los que te pitan tus niños, o los niños de los vecinos y te los regalan… esos no tienen precio.
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