15.4.14

CONDUCIR EN AUSTRIA



Austria puede parecer un país tranquilo, pacífico y relajante. Podría serlo, no digo que no. Pero nunca te interpongas en el camino de un vehículo en marcha. Yo tengo la teoría de que los austriacos, con toda su educación y calma, se suben al coche y se transforman. Se alteran y se vuelven monstruos excitados que se mueven por instinto y que no ven más allá de su volante. Eso sí, nunca pitan. Y si lo hacen, es raro. O es que no son austriacos, que también puede ser.
Para conducir en Austria hay que tener en cuenta varias cosas. La primera es que, pese a que se rigen por el sistema internacional, no obedecen las mismas normas de seguridad que el resto de Europa, por ejemplo, conduce siempre a la velocidad que les da la más absoluta gana, a no ser que haya un radar por el camino, es decir, zona residencial significa que los coches irán a la máxima velocidad que les permita el trazado de la calle, siendo esta 30km/h o 90km/h. Y esto se aplica a todas las vías. Ni señales de tráfico ni memeces… si no hay obstáculo visible… corremos. Otra cosa es que dos coches tengan que compartir un carril, en cuyo caso, ambos vehículos pueden llegar a detenerse por completo como si ambos tuviesen púas en sus costados y pudiesen
pincharse entre sí. Entre un coche y otro hay que dejar un metro de espacio. Un metro por coche, quiero decir… y al menos medio metro más entre el coche y la acera cuando están en movimiento. Lo que a veces hace que sea casi imposible circular y los vehículos “aparquen” mientras el otro se quita de su camino. Esto siempre me ha hecho pensar en la antigua teoría del “Espacio vital” de los alemanes… al final, va a ser verdad.
Luego los verás conduciendo sin cinturón, en viva charla por su móvil o incluso mandando un mensaje o grabando un video. Eso… es normal. O bien, los puedes ver pararse donde les parezca bien. Sin dar explicaciones ni avisar, ni mucho menos pedir permiso. Yo me quiero parar aquí y aquí me paro. Lo que no se aplica a la hora de aparcar, porque para eso sí que son hiperescrupulosos.  Aparcan donde está permitido y pagan su aparcamiento si hace falta (porque el timo de pagar por aparcar en la calle no es prerrogativa española, aquí también pasa y es caro).
Y otra cosa muy positiva es que no sólo saben dónde está el intermitente, sino que además lo usan. Cosa que, por ejemplo en España, debería ser una opción al comprar el coche, porque si no lo vas a usar nunca… que te lo descuenten, no? En Austria se pone, se usa, se respeta y es matemático. Tú lo das y las puertas del mundo te son abiertas. Un placer.
En resumen. Lo cierto es que la forma de conducir en Austria es bastante caótica y muy muy agresiva. Sin embargo, no lo hacen mal puesto que hay muy pocos accidentes. Son buenos conductores. Lo que no quiere decir que para el turista sea fácil. En trayectos largos es más fácil, pese a que la calidad de su pavimento es pésima (claro  que el precio de sus autopistas es ridículamente barato y su clima hace imposible mantener la calidad al nivel que en España o en Italia). Pero cuando uno tiene que entrar en ciudad… suda la gota gorda.    
Especialmente en los cascos antiguos. En el centro de Viena, uno aprende en propia carne, lo que es amar a Dios en tierra ajena. Sudas, lloras, te agotas y después de muchas horas de estar perdido… aparcas y te vas a un bar. El trazado de sus ciudades no es lógico y las callejuelas son estrechas y serpenteantes, la gente cruza cuando y por donde le parece mejor, las bicicletas van a su ritmo y cuando crees que no se puede ir a peor… aparece el tranvía. Aterrador. ¿Conclusión? Si vas a viajar a Austria y la quieres disfrutar, coge el transporte público que es fantástico y déjate mimar. No te compliques alquilando un coche y sufriendo gratis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario