Información y venta de billetes |
En Viena hay mucho que contar de los transportes públicos.
Hay trenes regionales, trenes locales, tranvías, metros y autobuses. Luego uno
puede ir en coche, lo que es un suicidio estresante, coger (y pagar) y fiaker
(coche de caballos) o ir andando, porque en realidad es una ciudad bastante
pequeña y por el centro se llega bien a todas partes pasito a pasito. También
hay barquitos que te llevan por el Danubio a otras ciudades, e incluso a otros
países, pero vamos a centrarnos en el transporte público y de esos temas
hablaremos otro día.
Tipos de billetes a la venta |
Nota importantísima. A primera vista parece que es posible
subirse a cualquier transporte sin comprar ni pagar el billete. Y es así. Fácil
es. Pero no quiera Dios que tu camino se cruce con un controlador de billetes,
porque los deben de contratar en el infierno. No te cruzarás jamás con un ser
más desagradable y grosero en toda tu vida. Doy fé y los he visto gritarle a
una anciana que debía haberse olvidado el monedero en casa, llevarse del brazo
a una chica (no se fuese a escapar, supongo) que juraba que se había olvidado
de comprar el abono (era 1 del mes) y que creía que era 31; os contaría muchas
historias tristes, pero la moraleja es que por 2 euros no merece la pena que te
estropee el día un orco de Mordor gritando.
Otra nota importante, y esta os va a gustar, es que el
billete individual de cualquier transporte, cuesta 2,10€ y esto significa que
desde que te sales de casa hasta que llegas a tu destino, te vale el mismo
billete, da igual que cojas un tranvía, dos metros y un autobús o que te pases
una hora de metro en metro… el precio es el mismo y sólo hay que comprar un
billete. Te suele valer durante una hora y media más o menos. No os paséis que
luego viene el “pica” y te espabila.
Ahora, os cuento como funciona el asunto. Los billetes se
pueden comprar en los puntos de información, en las ventanillas de las
estaciones de tren y algunas de metro o en las máquinas expendedoras, donde
además es posible seleccionar el idioma y que son infinitamente más fáciles de
utilizar que las de España, especialmente las de Madrid que rozan el absurdo.
La zona de Viena corresponde al código 100 y normalmente es la primera opción
para cualquier tipo de billete que compréis. Si el billete lo compráis en
Información os darán uno amarillo y si os lo da la máquina, será de color
blanco grisáceo. Ambos valen lo mismo. Y en uno de sus lados tiene una flecha,
esa es la parte que hay que introducir en los cajeros azules a la entrada del
metro o de la estación del tren o dentro de los vagones de los tranvías. En el
caso de los autobuses hay que dárselo al conductor para que lo marque el mismo.
Y en este último caso hay que estar muy atentos porque a veces marcan la hora
que les da la gana y no es la correcta. Esto me ha pasado a mí y tuve más que
palabras con un controlador de estos que parecen un oso recién despertado.
Otra cosa que conviene saber es que los transportes se
suelen estropear, especialmente el metro y sobre todo, diariamente, el tranvía.
Hay algunos famosos porque se pasan más tiempo sin funcionar que funcionando y
los horarios son sólo orientativos… si el tranvía tiene un mail día puede
marcar que el tren viene en 10 minutos, durante 20. No os desesperéis que al
final llega.
En cuanto a los pasajeros, son lo más variopinto del
universo y en verano pecan un poco (bastante) de falta de higiene, porque los
transportes públicos de la ciudad (los trenes interurbanos son otro mundo y no
tienen punto de comparación) no suelen tener aire acondicionado (y si lo tienen
lo ponen al mínimo), pero en general son muy amables y
siempre intentan
ayudarte si entras con un carrito de bebé, el carro de la compra o una maleta
que pesa más que tú. Todo el mundo ayuda sin preguntar. Y los asientos se ceden
a la gente mayor, también sin preguntar. Es una aventura y da gusto, además
suelen estar muy limpios y la gente no suele hablar a gritos ni está bien visto
comer cosas que manchan o hablar por el móvil como si estuvieras en el salón de
tu casa, es decir, sin educación. No digo que los vieneses sean un ejemplo de
educación, simpatía y convivencia, porque no lo son, pero en los transportes
públicos sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario